martes, 26 de febrero de 2008

El debate de Lakoff



Preparado, dirigido, insustancial, hermético y encorsetado. Poco más ha dado de sí un combate que había preparado cada toma y unos candidatos que habían ensayado cada dato. Poco lugar para la improvisación, la sorpresa, el guiño y la personalidad propia. Sólo guión, repetición, estancamiento y confrontación. Decía Josep Ramoneda en su columna radiofónica que ‘Zapatero había ganado más en la opinión pública que en la publicada’, y es que pocos medios se atreven a pronosticar un ganador absoluto en un partido tan tosco. Con un terreno de juego tan impracticable, era difícil que los dos adversarios pudieran dar rienda suelta a sus mejores jugadas. No hubo lugar para el análisis, la didáctica, la definición o la inventiva. Sólo para el golpe, la contraréplica y el choque. Quizá debamos acostumbrarnos a la teoría de Lakoff, el neurocientífico que ha revolucionado la política norteamericana con su teoría de los ‘marcos mentales’ según la cual obedecemos a premisas preconcebidas que nos llevan a actuar con independencia de la razón. Según Lakoff, el ciudadano norteamericano seguía viendo a Bush como sinónimo de ‘seguridad’ pese a su pésima política internacional. ZP seguirá siendo un traidor que ha agredido a las víctimas del terrorismo. Entonces, ¿para qué debatir?

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